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Articulos El Guerrero 12 diciembre, 2023 (Comentarios desactivados) (44)

CUESTIONES DE PESO 

Lecciones por asimilar 

Manuel Nava 

Las noticias alentadoras sobre la recuperación económica de Acapulco y la cercanía del periodo vacacional hacen posible el sortear las lecciones que el azote del huracán Otis nos obligan a soslayar particularmente en lo referente a la gestión de riesgos. El fenómeno natural nos advirtió sobre la urgencia de aceptar sin reservas que estamos frente a un cambio climático provocado por el ser humano cuyas consecuencias devastadoras debieran poner la prevención y la preparación frente a los riesgos, en un lugar preponderante de la agenda de los estados contemporáneos y de sus obligaciones ante las sociedades. Acapulco ha sido impactado severamente por tres huracanes o tormentas severas durante las últimas décadas: Pauline en 1997; Manuel en 2013 y Otis este año. Se hace necesario hacer una revisión cuidadosa de estos casos para evaluar cómo ha evolucionado la capacidad de respuesta del Estado mexicano ante los así llamados desastres naturales. Los daños ocasionados por Otis ponen de relieve la fragilidad del orden establecido en cualquier comunidad, la debilidad de la relativa paz y estabilidad conocida, por así decirlo. Tras un desastre, cuando la vida, seguridad o propiedad de miles de personas han sido afectadas o llegan a situaciones límite, es altamente probable que estalle el caos o la anarquía. Hay factores que se conjugan para hacer posible el caos: La gravedad del desastre. Cuanto más destructivo sea éste, es más probable que la desesperación conduzca a la violencia. El tipo de respuesta del gobierno. Si la población percibe que el gobierno no está respondiendo de manera adecuada a sus necesidades básicas (tales como agua, alimentos, techo, electricidad o combustible), es más probable que busquen remediar la situación con sus propias manos, sea como fuere. Por la existencia de tensiones sociales previas. Si ya existen tensiones sociales en una comunidad, un desastre puede exacerbarlas y conducir a la violencia. Si hay un historial de pobreza, desigualdad o discriminación en una comunidad, es más probable que haya desorden, crimen o violencia. Los factores uno y tres estuvieron muy presentes. La magnitud de la respuesta gubernamental contuvo el escenario conflictivo que se vivió durante los tres días posteriores al azote del fenómeno, aunque la respuesta aun puede ser perfectible, lo que hace falta es mirar a futuro. Guerrero siempre será vulnerable a terremotos, huracanes y otro de tipo de fenómenos naturales; lo que se puede cambiar son los esfuerzos de prevención y respuesta ante nuevos desastres. Las regiones de Costa Grande, Chica y Acapulco, por otro lado, enfrentan riesgos crecientes de huracanes o inundaciones atribuibles al cambio climático. Una consecuencia previsible del cambio climático es la presión migratoria que generará entre la población de zonas costeras o tierras bajas. Algo similar ocurre ya con las sequías en ciertas zonas del país. Luego entonces los riesgos se verán cada vez más intensificados y la única posibilidad de mitigar los impactos en la economía y la sociedad es transformar la gestión de riesgos, superar la visión reactiva de la protección civil y pasar a la preventiva.