Isidro Bautista Soriano 

Si bien es cierto que Morena se mantiene hasta el momento arriba por cuanto a la preferencia ciudadana, y ya más marcadamente rumbo a la elección presidencial, porque pareciera que Xóchitl Gálvez se encuentra estancada desde hace aproximadamente un par de meses, debería cuidar al máximo el asunto de la inseguridad o la violencia en México y, específicamente, en Guerrero, donde su papel es de gobierno. Aunque ese problema, que a simple vista se percibe como el número uno del país, se ha como normalizado; o sea, que la gente se ha acostumbrado a vivir entre las balaceras y los muertos, no tiene que soslayarlo o subestimarlo, porque, en realidad, es una papa caliente o una bomba de tiempo que lo puede quemar. En efecto, ha dejado de ser noticia un número determinado de ejecuciones o del cobro de piso por abrir cualquier negocio. Para no ir tan lejos, eso se notó apenas en Guerrero: Petatlán presentó 13 muertos y más de 20 heridos en un mismo tiroteo, suscitado en un palenque de gallos entre dos bandas opuestas, y en el municipio de Heliodoro Castillo, concretamente en la comunidad de Buenavista de los Hurtado, se dio cuenta de cinco personas calcinadas, también en un aparente enfrentamiento ocurrido entre dos grupos criminales. Incluso cuando un sacerdote católico, de nombre José Filiberto Velázquez Florencio, dijo tener información del posible número de 30 masacrados de ese poblado de la sierra del Filo Mayor, tampoco distrajo la atención de la sociedad, tal vez por estar todavía en el disfrute de las fiestas de año nuevo. Hace cerca de 18 años la gente se asustaba en Guerrero con la nota de un ejecutado, y se horrorizaba con la de dos o tres muertos, y casi se infartaba con la del descuartizado. Hoy como que aprende a convivir hasta en una misma fiesta o en la calle con los criminales. Y no por eso la autoridad debe bajar la guardia, y de manera especial Morena donde es gobierno, a pesar de que con y sin encuestas todo mundo sabe que si el domingo próximo fueran realizadas las elecciones, ganaría abrumadoramente. Cuando aquí se opina de no bajar la guardia significa que Morena no debe confiarse como partido ni como gobierno. Ayer miércoles 10 de enero, todos los medios dieron cuenta del gobierno de un país casi rebasado por la delincuencia como lo es Ecuador, luego de que el máximo capo aparentemente se fugó del penal donde purgaba una condena de 34 años, y que casi todos atribuyen que su salida de prisión se debió a la complicidad de los poderes públicos. Como se sabe, del papel que desempeñe un gobierno depende, en mucho, su triunfo o su derrota como partido. Eso le pasó al PRI por tantísima corrupción, y al PAN por igual. En Chilpancingo, por ejemplo, como gobierno municipal, encabezado por Norma Otilia Hernández, su calificación entre la sociedad está por los suelos, y por eso ella misma se anotó como aspirante en Morena a dos cargos de elección popular porque piensa que si no puede en uno, le queda la segunda opción, pero hay quienes creen que no tiene cómo ofertarse entre el electorado. No bajar la guardia es tener el ojo de águila en todos los ángulos y estar equipado para actuar con prontitud ante cualquier otro Otis en Guerrero.